Creo que se deben fomentar, destacar más y dar seguimiento por todos los latinoamericanos, a las relaciones económicas, políticas y sociales, que ya existen.
Organismos como la OEA, ALCA y un buen número de tratados bilaterales, de libre comercio, además de relaciones de esta naturaleza entre organizaciones no gubernamentales, instituciones públicas, tanto educativas como culturales propiamente dichas, son cotidianas entre nuestros pueblos, y precisamente con la idea de ayudarse en el conocimiento mutuo, en el trato y la negociación diaria.
Pero haces una aguda observación cuando cuestionas: "...por qué los presidentes no fomentan el diálogo entre países Latinos...", sosteniendo en tu pregunta una afirmación, la cual no es tan errada, lamentablemente.
Los Presidentes de nuestros países latinoamericanos, independientemente de su filiación y sus particulares convicciones acerca de la manera de resolver los problemas propios y aún ajenos, en el contexto latinoamericano se lucen en sus enfrentamientos más que en sus acuerdos, siendo generalmente los personajes mejor pagados de cada país, son los únicos -aparentemente- que se encuentran en constante desacuerdo, dejando de considerar que rspetando sus diferencias y poniendo énfasis en las coincidencias, estarían en mejor posición de favorecer la unión latinoamericana.
Nuestras Universidades tienen intercambio de estudiantes desde hace mucho, los juristas latinoamericanos, funcionarios y postulantes, se visitan cotidianamente para aprender de los distintos sistemas de procurar e impartir justicia, los empresarios de nuestros países han cruzado las fronteras varias veces, no se diga del intercambio cultural (en su dimensión, el internet es una muestra). Entonces, los pobladores de Latinoamérica han mostrado interés en conocerse y relacionarse, los diplomáticos están haciendo su trabajo, las organizaciones civiles gubernamentales o no, están constantemente vinculadas en indeterminado número de proyectos. Faltan nuestros presidentes, cuyas declaraciones por momentos nos causan penas ajenas (y muchas veces propias).
No es Estados Unidos el rival o el enemigo a vencer. Nosotros somos quienes en los hechos podemos o no, favorecer el fortalecimiento y unidad en las relaciones entre los latinoamericanos. Nuestra apatía, indiferencia o ausencia de proyectos objetivos, son esos, los verdaderos enemigos.
Difiero de las actitudes xenofóbicas que en la red y muchas veces en la realidad, muestran algunos hermanos latinoamericanos de diversidad de países, al negar su origen se niegan a síi mismos; pero sus confusiones personales no vienen al caso ahora.
Difiero de la adopción de posturas radicales en que se disiente de tal o cual forma de gobernar cada país, porque en el marco del respeto internacional, no podemos considerar que tenemos que pensar igual para relacionarnos exitosamente en los rubors económicos, social y político.
No podemos decir: estos (países, formas de gobierno o gobernantes) son los míos y aquellos son los contrarios, al hacerlo creamos abismos donde deberíamos tender puentes.
Que la unidad nos fortalezca como pueblos ante nosotros mismos, que levante a nuestra gente, que nos anime la idea de ser un pueblo, no poderoso ante otros sino sólido en sí mismo, veamos hacia adentro y sanemos mutuamente las heridas que más nos duelen: pobreza, hambre, desastres, criminalidad, corrupción, vicios de sistemas.