gmb
2009-08-21 11:59:48 UTC
Observando la agresiva política exterior colombiana, urge recordar el denominado escándalo de las computadoras, cuando la INTERPOL detectó supuestas informaciones electrónicas que demostraban nexos entre las FARC y los gobiernos de Chávez y Correa. Lo cierto de aquel episodio fue que Uribe violó la integridad territorial del Ecuador al ordenar un bombardeo y una incursión terrestre que causaron la muerte de visitantes extranjeros en la zona, además de los presuntos guerrilleros. En este prontuario criminal, imposible es olvidar el secuestro de Rodrigo Granda, cometido por funcionarios colombianos que operaron clandestinamente en Caracas. En efecto, las experiencias recientes ratifican que el gobierno colombiano se ha autoproclamado con derecho a invadir otras naciones en nombre de su lucha contra la guerrilla; lo cual es una réplica de la Doctrina Bush, desarrollada con posterioridad al 11 de Septiembre de 2001 para colonizar a Irak y Afganistán y principalmente robar petróleo.
Claramente Washington usa a Colombia como instrumento de control político sobre Latinoamérica y por ello dirige una acelerada campaña para convertirla en la potencia bélica capaz de servirle en una invasión. Al plan infame están sumadas las agencias informativas afectas a la Casa Blanca, que ejercen la difamación mediática contra los Estados no obedientes al interés yanqui y los vinculan con el negocio de drogas, la guerrilla, la venta ilegal de armas y el enriquecimiento de uranio; a los fines de crear un clima donde esté políticamente justificada la “defensa preventiva”.
Mientras el primer consumidor de drogas en el planeta (EEUU) sigue armando hasta los dientes al más grande proveedor (Colombia), una interminable guerra civil que ya tiene medio siglo continúa ensangrentando a nuestra querida república hermana como consecuencia de la exclusión social, la violación de los derechos humanos, la explotación y los miles de asesinatos que sufre ese pueblo (buena parte de él, huye a Venezuela), víctima de una oligarquía que desde siempre ha estado arrodillada a los del norte. En esta difícil hora, venezolanos y colombianos debemos unirnos en respaldo a la acertada política exterior del Estado venezolano que promueve una amplia alianza internacional por la paz ante esta grave amenaza guerrerista.